La saga de Bond tiene que reinventarse cada cierto tiempo. Unas veces toca más humor. Otras más sexo (nunca mucho). Y ahora es el momento de darle hondura trágica al personaje. Son los nuevos tiempos. Tiempos de Jason Bourne. Esta operación de marketing requiere ciertos mimbres. Un guionista que repite- Paul Haggis- y que ya nos había regalado esplendidos diálogos en Casino Royale. Un director de prestigio, Marc Foster. Un actor - Daniel Craig- que transmite intensidad en todo lo que hace. Roger Moore y Pierce Brosman daban siempre la sensación de que pasaban por allí. Marcaban demasiada distancia con lo que ocurría. Por último, un director de segunda unidad- Dan Bradley- que había sido el responsabñe - ¡ay¡- de las dos últimas entregas de Bourne. Todo ello aderezado -como no podía ser menos- de una gran campaña de promoción. Sin embargo, el resultado no responde a las expectativas. Veamos. El guión apuesta por la línea de menor resistencia. La sed de venganza. (Por cierto, un acierto
Valoraciones sobre cine de estreno, cine clásico, cine y crisis económica