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Detroit (2017)

 


El infierno está a la vuelta de la esquina.

Kathryn Bigelow es una cineasta que ha logrado situarse en lo más alto de la industria de Hollywood en un género poco transitado por las mujeres: el cine de acción de gran presupuesto. La oscarizada En tierra hostil (2008), un film sobre un artificiero adicto al peligro en la guerra de Irak y La noche más oscura (2012) sobre la caza y captura de Osama bin Landen así lo atestiguan. Bigelow muestra que sabe manejarse con mucho oficio (y talento) en esta clase de películas, además de tener una mirada propia, poco complaciente e incómoda sobre la sociedad norteamericana.

Detroit cuenta la historia de los altercados raciales que se produjeron durante cinco días del mes de julio de 1967, donde acabaron muriendo 43 personas, la mayoría de raza negra. Bigelow cuenta esta historia en tres grandes actos. Uno primero con rasgos de docureportaje donde narra cómo se inició la revuelta. El segundo se centra la tortura, intimidación y asesinato por la policía de Detroit (y la complacencia de la policía y guardia nacional de Michigan) de tres negros inocentes que estaban aquella desgraciada noche donde no debían estar, en el motel Algiers. El tercero muestra el juicio e itinerario final de cada personaje. Esta estructura contiene lo mejor y esconde lo peor de la película.

La primera parte vibra con el montaje (a cargo de William Goldberg y Harry Yoon) y los hallazgos tecnológicos de la fotografía de Barry Ackroyd. La cámara en movimiento constante y la incorporación de imágenes y documentos reales de la época refuerzan la impresión de que estamos frente a un reportaje. No hay intención de ahondar sobre las causas de la violencia. No hay protagonistas individuales, aunque sirve -con una graduación medida y una planificación muy inteligente- para presentar a algunos de los personajes. Esta traslación es eficaz y facilita la entrada al bloque central. Una larga secuencia inquietante, llena de nervio, que no deja respirar al espectador. El miedo se palpa. No necesitamos saber nada de la vida de quién nos tortura y degrada. Solo que da auténtico pavor. La interpretación que el actor Will Poulter hace del jefe de patrulla acentúa esta impresión. Después de tanta zozobra, el film se toma un respiro. El juicio parece rodado con desgana. No parece interesarle demasiado a Bigelow los itinerarios posteriores de la mayoría de los personajes, excepto el de Larry Reed (Algee Smith), líder del grupo vocal The Dramatics, con un desenlace de gran coherencia dramática. (Para los curiosos es emocionante escuchar en youtube al auténtico Larry Reed y al actor Algee Smith cantar Grow).

Bigelow parece recordarnos que de aquellos polvos vinieron esos lodos. Así lo confirman sucesos tan recientes como los de este verano de Charlottesville. Las heridas todavía no han cicatrizado. Una pavorosa lección de historia. 



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