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Ready Player One (2018)

La herencia de los 80.

Steven Spielberg acaba de estrenar Ready Player One. Durante la fase de postproducción de esta película le dio tiempo para presentar Los archivos del Pentágono. Dos filmes de estilos y  temática muy diferentes. El primero observa el presente desde un futuro devastado, el segundo lo hace desde un pasado idealizado. En cualquier caso, parece que Spielberg donde se mueve con más soltura es en los espacios-tiempo menos comprometidos y más lejanos. Los archivos del Pentágono era una cinta de denuncia y actualidad política. Ready Player One es una fantasía de ciencia ficción y aventuras. Nos encontramos, en mi opinión, lejos de tres estupendos films, muy oscuros y maduros que, en el terreno de la ciencia ficción, Spielberg nos entregó a comienzos del siglo XXI. Por este orden: Minority Report (2002), A.I. Inteligencia Artificial (2001) y La guerra de los mundos (2005). Es una pena que Spielberg haya optado en esta ocasión por la senda de menor resistencia.

Estamos en 2045, un mundo distópico, donde la vida real es un asco. La gente vive hacinada, sin porvenir, en ciudades formadas por torres de caravanas y tiende a escabullirse en las fantasías del mundo virtual de un vídeo juego llamado OASIS. El creador de este vídeo juego, un fanático de la cultura de los años 80 y 90,  James Halliday (Mark Rylance), decide -antes de morir- crear un rompecabezas en el interior de esta realidad virtual con tres adivinanzas (igual que en Indiana Jones y la última cruzada) de modo que quien las acierte se quede con los derechos del mismo y herede su fortuna. Wade Watts (Tye Sheridan) es un joven que vive con su tía y el amante de ésta (otra vez ausente la figura paterna) y no tiene mas anhelo que refugiarse en este vídeo juego, de manera que decide resolver estos acertijos en compañía de una pequeña pandilla virtual. Nos encontramos muy cerca de Los Goonies (1985), de Richard Donner, inspirada y producida por el propio Spielberg.

El film comienza con una carrera de automóviles trepidante. Aquí la tecnología y los efectos visuales están al servicio de la acción, logrando resultados sorprendentes. Una carrera donde compiten el DeLorean de Regreso al futuro (1985), la moto de Akira (1988), la furgoneta de Equipa A o un  Batmóvil. Spielberg sabe explotar estos recursos como nadie. Su talento visual es inagotable. Estos comienzos trepidantes son propios del cine de Spielberg. Cualquier película de la saga de Indiana Jones lo puede confirmar. El problema es que después de este momento nos encontramos con personajes sin ningún interés dramático. Al menos Indiana Jones, aunque fuera un arquetipo, tenia rasgos que le propiciaban un carácter definido. No digamos su padre Henry Jones Senior (Sean Connery). El único personaje de carne y hueso en esta película es la tía Alice (Susan Lynch), que tiene la desgracia de morir recién iniciado el film. Tye Sheridan, en su papel de Wade Watts es, a mi juicio, un error de casting. Quizás un error voluntario. Al espectador no le interesa, ni se inmuta, por lo que le suceda al personaje porque éste simplemente cumple un rol mas funcional que emocional. Mark Rylance tiene un papel importante, pero solo como motor de la acción. Bob Mendelsohn sí crea un villano – Nolan Sorrento-  con impulsos creíbles. Se desperdician, sin embargo, los personajes femeninos. Mucho mas interesantes y con más recorrido que lo que nos ofrece el film. No solo Samantha/Art3mis (Olivia Cooke), también el de F´Nale Zandor (Hannah John-Kamen), una incorporación que no estaba en la novela y que no se sabe muy bien que pinta en toda la película.

Se desperdician asimismo otras posibilidades dramáticas. El cruce entre la realidad virtual y lo `real´ podía haber dado mucho mas juego. Aquí no hay sorpresas, ni tensión, ni nuevos y diferentes conflictos entre los personajes de estos dos mundos. De nuevo se opta por la solución más fácil.

Spielberg tiene el buen gusto de ahorrarnos un film azucarado lleno de referencias nostálgicas. Algo a lo que es propenso el director de Always (1989). Incluso reduce al máximo las referencias a sus propios films. Las referencias a otras películas son, al contrario, innumerables: Robocop (1987), Terminator 2 (1991) , El señor de los Anillos (2001),  Regreso al futuro (1985), Akira (1988), Fiebre de sábado noche (1977) y muchísimas más. Es de agradecer que estén suficientemente bien integradas como para no molestar al espectador. Al fan le corresponderá ver una y otra vez la película para identificarlas. Al que no sea un friki, esta acumulación de alusiones a la cultura pop de los ochenta (y noventa) no les impedirá disfrutar del espectáculo. La referencia más evidente y divertida es una larga secuencia homenaje a El resplandor (1980), de Stanley Kubrick.

La película tiene una factura impecable, como no podía ser menos en un film de este presupuesto y dirigido por Spielberg. El diseño de producción nos ofrece una ciudad del futuro desolador. El mundo virtual no es menos inquietante. Los efectos digitales – creación de Industrial Light & Magic- son deslumbrantes. Todo esto nos deja, sin embargo, algo fríos. Sobra artificio y falta emoción.

El film deja un sabor amargo. De alguna manera nos dice que no hay mas posibilidad de salir del ghetto social que resolver las adivinanzas de un juego virtual (o jugar a la lotería). Es el fin del sueño americano. Solo cabe refugiarse en el cine o en el Gran Hermano de Internet. No hay asomo de autocrítica para una generación que soñó con cambiar la industria del entretenimiento en las década de los 60 y 70 y decidió integrarse en la misma en los 80 y 90. Esta es su herencia.

 

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