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Isla de perros ( 2018)

 

Las señas de identidad de un estilo.

El pasado viernes 20 de abril se ha estrenado en España Isla de perros de Wes Anderson, con gran alborozo de la crítica, igual que ocurrió con sus dos cintas anteriores, Moonrise Kingdom (2012) y El Gran Hotel Budapest (2014). Isla de perros es una película de animación, rodada con la técnica stop motion, una técnica que Anderson ya había utilizado en Fantástico Sr. Fox (2009), que consiste en lograr la ilusión de movimiento de objetos (marionetas y muñecos de latex, silicona o plastilina) mediante una serie de imágenes fijas sucesivas. Un trabajo artesanal, diríamos de orfebrería, que otros directores ya habían utilizado antes. Es el caso de Tim Burton con varias películas, entre otras, Pesadilla antes de Navidad (1993). Se trata de una técnica que requiere mucha paciencia, talento y un gran equipo detrás. Para hacerse una idea en Isla de perros han trabajado 670 especialistas, además de casi 40 personas dedicadas exclusivamente a la animación. Se han necesitado 130.000 fotogramas y más de mil marionetas entre perros y humanos. Isla de perros inauguró el último festival de Berlín y ganó el Oso de Plata al mejor director.

Japón dentro de 20 años. El alcalde de Megasaki City dicta una orden para desterrar a todos los perros de la ciudad a una isla cercana, Isla Basura, con el pretexto de la existencia de una epidemia de gripe canina. Akira, nieto lejano del alcalde, y dueño de una de estas mascotas, de nombre Spots, acude a la isla en su busca en una destartalada avioneta (la referencia a El Principito es inevitable). Se encontrará con otros cinco perros, cada uno con su propia historia, que se comprometen a ayudarle, liderados por Chief, el único perro callejero de todos ellos (e inicialmente el más recalcitrante y escéptico). Mientras tanto al alcalde se encarga de liquidar a todos aquellos que se entrometen en sus planes. Akira acaba, después de muchas aventuras, encontrando a Spots y promoviendo una pequeña revolución en la ciudad hasta acabar reemplazando al alcalde, que por otro parte es su tío lejano, con lo que de alguna manera se mantiene el dominio de la dinastía., recobrándose el antiguo orden.

La animación es una solución formal inteligente y coherente para contar una historia como la de Isla de perros, al fin y al cabo una historia muchas veces contada. Asimismo, la formula stop motion responde a las necesidades creativas de Wes Anderson mejor que otras opciones, como el dibujo o la tecnología digital. Proporciona realismo y expresividad a sus figuras. Facilita el contraste de texturas y los matices de las marionetas.

Anderson sigue fiel a sus constantes visuales: línea clara, miradas frontales, composiciones rectilíneas, travellings laterales, simetrías y planos cenitales. Kogonada, el critico, vídeo-ensayista y cineasta, de origen surcoreano pero afincado en Estados Unidos, lo contaba con claridad en estos dos vídeos:  https://m.youtube.com/watch?v=oL0DseCrqfU y https://vimeo.com/35870502 .La cinta está plagada de estas simetrías que se convierten en un rasgo de estilo. Por su parte, contiene muchos planos cenitales. El más elocuente, el de la operación del trasplante de riñones entre tío y sobrino.

Esta puesta en escena genera una inicial extrañeza en el espectador y marca distancias como si el artista pretendiera protegerse. Como el humor, que nunca es hilarante, un humor absurdo que actúa como un elemento sorpresa, No es nada nuevo en el cine de Anderson. Es la misma formula estilística de sus dos cintas anteriores y permiten una relectura de éstas, como si fueran también dos películas de animación.

Una recomendación al potencial espectador: vean la película en su versión original con las voces de, entre otros, Bryan Cranston, Edward Norton, Bill Murray, Jeff Goldblum, Greta Gerwig, Scarlett Johansson, Tilda Swinton, Frances McDormand e incluso Yoko Ono y Kunichi Nomura (uno de los guionistas de la película, que da voz al malvado Alcalde Kobayashi). A lo que hay que añadir la brillante idea de que los perros hablen en ingles y los humanos en su lengua materna, mayoritariamente japonés. Dos mundos donde la comunicación es difícil pero no imposible. Como el propio Anderson ha confesado “quizás no puedas entender sus palabras, pero sí sus emociones”.

Al texano Wes Anderson le gusta sumergirse en geografías ajenas.  En El Gran Hotel Budapest ya lo hizo con la Europa Central de Stefan Zweig. Un mundo conflictivo, entonces en transición, que se precipitaba hacia la catástrofe. Ahora es Japón, a cuya cultura y cine el director rinde homenaje. Las referencias no se ocultan: el cine de Akira Kurosawa (Los siete samuráis, 1954) y Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro, 2001), el teatro Kabuki, los tambores taíko que marcan el ritmo de la película, con la sugerente banda sonora de Alexandre Desplat (Óscar por Las formas del agua y por El Gran Hotel Budapest) o la gastronomía japonesa.

Isla de perros es una fábula política. Podemos sustituir la Isla Basura por ghettos judíos o refugiados en centros -eufemísticamente- llamados de acogida. También ahora, como en la Europa de Zweig, vivimos tiempos convulsos de corrupción, elecciones fraudulentas o aniquilación del contrario. La mirada artística y política de Wes Anderson sigue fiel a su estilo.

 


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