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Han Solo (2018)

 

Un filón inagotable.

No sé a quién se le ocurrió la peregrina idea de proponer a dos aventados como Phil Lord y Chris Miller (La LEGO película, Lluvia de albóndigas) para llevar adelante una cinta de la saga Star Wars. Pasó lo que era previsible. La todopoderosa productora Kathleen Kennedy tuvo que zanjar el asunto cuando aquello tomaba derroteros imprevisibles y sustituirlos por Ron Howard, un artesano con mucho oficio, con alguna buena película (1,2,3… Splash), alguna otra detestable (El código Da Vinci) y capacidad para reconducir cualquier estropicio por caminos mas trillados y convencionales.

Han Solo tiene algún otro nombre ilustre en sus títulos de crédito. Lawrence Kasdan, esta vez acompañado de su hijo Jonathan, se hace cargo del guión. Kasdan es un excelente director (Fuego en el cuerpo) y aún mejor guionista (Indiana Jones en busca del arca perdida). Conoce como nadie la saga Star Wars. No por nada es el guionista de El imperio contrataca, El retorno del Jedi y El despertar de la fuerza. Aquí se ha encargado de contestar a preguntas que se hacía todo fan de la saga: ¿Cómo se fraguó la amistad entre Han Solo y Chewbacca?  ¿Qué lazos les unen? ¿Cómo consiguió Han Solo el halcón milenario? ¿Cuál es la historia secreta de los dados de la suerte? ¿Qué pasó entre Han Solo y su amigo Lando Carlrissian? Kasdan era el único que tenía las respuestas. Quizás más que el propio Lucas.

Harrison Ford había perfilado muy bien los rasgos del personaje de Han Solo. Eso hacía endiablada, casi una misión imposible, la tarea de las directoras de casting Jeanne McCarthy y Nicole Abellera. Al final el papel recayó en Alden Ehrenreich, que no era precisamente un recién llegado. Protegido de Spielberg, había trabajado previamente nada menos que con Ford Coppola, Woody Allen o los hermanos Cohen. La critica se ha dividido en la valoración de su interpretación. Lo tenia muy difícil. Donald Glover, Woody Harrelson y Paul Bettany, viejos zorros con muchas tablas a sus espaldas, le roban la cartera en las secuencias en que coinciden. Tampoco el guion le ayuda. La transición dramática desde la personalidad de un joven ingenuo a la de un cínico escéptico era complicada, sobre todo cuando el propio Harrison Ford había dulcificado y limado todas las aristas de su protagonista. Un personaje más pillo que cínico.

Los Kasdan tejen una historia mezcla de western, aventuras y ciencia ficción. Se suceden secuencias de un asalto a un tren, robo de tesoros, partidas de sabacc (una especie de póker), paseos en trincheras que remiten a Senderos de gloria o duelos en lugares inhóspitos. Mucha acción, poca emoción y bastante rutina. Mucha oscuridad y pocos primeros planos. Howard, un miembro de la troupe de Lucas y Spielberg, basta recordar que participó como actor en American Graffiti en un lejano 1973, parece no haber asimilado bien las secuencias de acción de este último. La importancia de los detalles: el agua en un vaso que tiembla ante la llegada de un dinosaurio (Jurassic Park), las bombonas en el paquebote de Tiburón o un improbable paraguas en una playa en Indiana Jones y la última cruzada.  Han Solo no arranca hasta que se hace la luz en su ultimo tramo, cuando aparece el cielo azul y el desierto. En esas secuencias nos encontramos en territorio Star Wars, con villanos que crean tensión y hacen despertar del letargo a los espectadores.

Una afirmación tan rotunda cómo que la puesta en escena es rutinaria requiere justificación. Pongamos un ejemplo: las dos secuencias de las partidas de sabaccs. ¿Por qué nos hay emoción? Veamos. No hay personajes secundarios. Esos que sudan, se ponen nerviosos y se retiran a ultima hora para dejar solos a los antagonistas. Esos que funcionan como ganchos de la tensión. El espectador tampoco conoce las reglas básicas del juego. Así que no se puede jugar con el suspense de las cartas que aparecen sucesivamente. ¿Trío, full, póker? Da igual. De modo que se tiene la impresión de que los responsables de ambas secuencias se han desentendido del ritmo interno de las mismas y luego nada se ha podido arreglar en la sala de montaje. Dos secuencias que debieran quedar en la memoria colectiva de los espectadores pasan sin pena ni gloria.

Por momentos, uno se pregunta que hubiera sido de la película en manos de Lord y Miller. Un Lando Calrissian perdidamente enamorado de una androide, ésta misma reivindicando sus derechos o un diálogo intimo entre L3-37 y Qi´Ra (Emilia Clarke), son momentos que parecen sacados de una comedia ligera, salpicada de humor transgresor y gamberro.

Disney no pretende darnos gato por liebre. Disney ha decidido, en afortunada expresión del crítico Matt Zoller Seitz, marvelizar la saga Star Wars. Con una película al año de la propia saga, precuela, spin-off, o quizás secuela, se ha convertido en una máquina de hacer dinero. Nos quedaremos con alguna secuencia brillante por película, como la del desierto de sal que se va tiñendo de rojo en Los últimos Jedi de Rian Johnson. Dudo que nos encontremos con algún film que se incorpore al canon de la historia del cine de aventuras. Han Solo tampoco aparecerá en el ranking de las mejores películas de la saga. Cuando Lucas y Spielberg decidieron entregarse a las grandes corporaciones e infantilizar sus argumentos aceptaron conscientemente las condiciones del trato. Spielberg consiguió dar un cierto giro a su carrera. Lucas ya había perdido el pulso, la magia y el gusto por el matiz y la sugerencia. Se pudo comprobar con la primera trilogía de la saga. Ahora solo queda pasar por taquilla y pagar la entrada. The show must go on.

 

 

 

 


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