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Il Divo (2008)

 


El cine italiano ha estrenado recientemente en España tres películas de hondo contenido político y social, Romanzo Criminale, Il Divo y Gomorra. Esta cosecha no es fruto de la casualidad. Es más bien el resultado de una herencia cultural ( Leonardo Sciacia) y cinematográfica ( Elio Petri, Marco Bellochio, Pontecorvo y muchos otros) y de la existencia de una industria capaz de dar soporte a las inquietudes de sus artistas.

Il Divo pertenece al género de denuncia y agitación política. Hasta aquí nada que objetar. Es un genero tan licito como cualquier otro, siempre que se haga con dignidad. Y la película de Sorrentino es más que digna.

La puesta en escena -planificación, montaje, iluminación- responde a las necesidades de la historia. El escenario –Roma- no deja de remitir a Fellini. La interpretación esta a la altura de sus pretensiones. No sólo la de Toni Servillo en el papel de Andreotti, sino la del resto del reparto. Todas las secuencias en las que aparece la secretaria de Andreotti, la Sra. Enea (Piera Degli Esposti) respiran autenticidad. La reiteración de la frase “no se encorve Sr. Andreotti” y casi al final, cuando todo se ha precipitado y le reconoce “ me aburro” son momentos que dan cuerpo a una película. El Ministro de Economía, Paulo Cirino (Carlo Bucciroso) bailando en la fiesta del nombramiento de Andreotti como primer ministro o conspirando en el parlamento buscando apoyos para la elección de Andreotti como Presidente de la República se quedan grabados en la memoria del espectador. Por citar un último ejemplo. Cuando su amigo Franco Evangelista (Flavio Bucci) le confiesa a Andreotti que no le ha dado ni un momento de afecto y recibe la callada por respuesta se te hiela la sangre.

La música de Teho Teardo (con un uso intensivo de los instrumentos de viento) está perfectamente integrada en el desarrollo de la historia y las piezas seleccionadas de música clásica de Gabriel Fauré fusionada con Richi e Poveri o Vivaldi con Beth Orton ( ver entrevista Sorrentino en Fotogramas, diciembre 2008) son propias de profesionales que dominan su oficio. Integrar la música como un elemento más del drama creando “atmosfera”.

La película esta llena de frases ingeniosas que hacen sonreír por su ironía (humor e inteligencia siempre de la mano), aunque no acaben por hacer avanzar la historia. No me resisto a recordar algunas, recogidas a vuelapluma:”Cuando un sacerdote se acerca diciéndome que ha perdido la fe, le respondo con una frase de cinco palabras.¿cómo se llama la señora”. Otra: “Ya que no tengo imaginación, tengo un gran archivo”. Algo parecido – muy parecido- le oí confesar en un programa nocturno de radio a Alfonso Guerra cuando era Vicepresidente del Gobierno. De poco le sirvió. Otra más. Cuando un cura/confesor le reprocha que De Gasperi hablaba con Dios y él con los sacerdotes. Andreotti le responde sin titubear: “Los sacerdotes votan. Dios no”. O cuando recuerdan que le soltó a Juan XX III:” Santidad, usted no conoce el Vaticano”.Y así hasta la extenuación.

Hay otros momentos brillantes. Resaltemos aquellos que nos presentan a un personaje esencialmente solitario: Andreotti haciendo ejercicio en una bicicleta estática. Andreotti deslizandose por palacios y despachos. Andreotti paseando por Roma rodeado de guardaespaldas. Andreotti paseando enfervorizadamente por el pasillo. Andreotti con las agujas de acupuntura para paliar sus dolores de cabeza. O Andreotti viendo con su mujer un programa musical en televisión (otra vez una buena selección de la música).

Sin embargo – siempre tiene que haber un sin embargo- la película tiene lagunas que lastran su eficacia, la hacen fría y distante y la alejan del público. La convierten en un producto elitista. lo contrario de lo que pretende.

La primera. Suele ser una buena idea cinematográfica que un personaje ausente o con presencia ocasional sea el detonante de la tragedia. En esta historia hay muchos que juegan este papel pero sólo señalaremos dos: Aldo Moro y Toto Riina. La opción de no haber centrado la historia en ninguna de las dos relaciones resta profundidad al personaje, al que no llegamos a conocer en los verdaderos motivos de su conducta, mas que en la muy genérica idea de ambición de poder y vanidad. Por cierto, detalle perspicaz cuando Andreotti reconoce que lo que más le duele de su caída del olimpo es que le van a retirar del Circulo Musical. Nos quedamos- sin embargo- con la sensación de habernos perdido una gran película. Los secretos del secuestro y asesinato de Aldo Moro. O las relaciones entre la mafia y la Democracia Cristiana mas allá del simbólico beso entre Andreotti y Riina.

Cuando el director de un medio de comunicación le censura retóricamente sus crímenes - ¿es una casualidad...?-, Andreotti responde: “ No creo en las casualidades, creo en la justicia de Dios”. Mala solución pensar que Andreotti era un personaje que se creía un justiciero divino y no un instrumento de la mafia o de otros poderes mas terrenales (la logia P2). A estas alturas del siglo XXI no tiene sentido considerar el poder político y religioso como algo autónomo del poder económico. La frase “ es necesario hacer el mal papa perpetuar el bien”, que actúa como leiv - motiv de la película, acentúa esta visión.

Segunda. Sorrentino parece mas interesado por la denuncia que por la trama. Es lo que separa a Il Divo de, por ejemplo, Trece días de Roger Donaldson. La primera se basa en un concepto, una idea. La segunda en la tensión, el ritmo. Las dos hablan del ejercicio del poder, pero una es discursiva y la otra se centra en el conflicto. Sorrentino confunde- como muchos cineastas europeos- movimiento (de cámara) con ritmo. Se puede hacer cine basado en una idea abstracta pero bien urdido argumentalmente. Basta con recurrir, por ejemplo, a algunos clásicos literarios (europeos): Shakespeare, Kafka o Conrad. Por citar los más evidentes.

Tercera: Un detalle algo molesto. El subrayado. El asesinato de Salvo Rima y el montaje paralelo de la carrera de caballos. La azafata del avión mostrando las medidas de seguridad y enfatizando el plano con el rostro tapado con la mascarilla artificial. El coche sin poder abrirse parado en medio de la lluvia que impide a Andreotti dar su paseo habitual. El grupo de amigos demasiado mediocre. Los discursos/soliloquios de Andreotti ante la cámara o del sacerdote en el funeral de Rima. Queda, sin embargo, el mensaje – diáfano- de la Iglesia y la Democracia Cristiana (con mayúsculas, con nombres y apellidos) pactando con la mafia para que los comunistas del norte no llegarán al poder. De aquellos barros vinieron estos lodos (véase Berlusconi).

Dicho todo esto. Merece la pena pagar la entrada del cine. Reconcilia con el cine europeo ver películas comprometidas con su tiempo y realizadas con oficio, profesionalidad y nervio. Algo que aquí echamos mucho en falta. Y esto no es hablar por hablar. Valga una pregunta: ¿Por qué el cine español no ha sido capaz todavía de hacer un película sobre el 23 –F?

· Director: Paolo Sorrentino
· Guón: Paolo Sorrentino con la colaboración de Giuseppe D¨Avanzi
· Fotografía: Luca Bigazzi
· Montaje: Cristiano Travaglioli
· Música: Teho Teardo
· Interpretes: Andreotti ( Toni Servillo); Scalfari (Giulio Bosetti) Paulo Cirino ( Carlo Buccirosso); Sra Enea ( Piera Degli Esposti); Franco Evangelista ( Plavio Bucci)

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