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Corsage (2022)

Intriga visual

 Los motivos icónicos de la pintura son una fuente de inspiración constante para los cineastas. Una mujer mirando al exterior por una ventana es uno de esos motivos. Un ejemplo:  Interior, mujer en la ventana (1880) (figura 1), del pintor impresionista Gustave Caillebotte (1848-1894).

Este tipo de obras ofrecen múltiples lecturas. ¿Qué mira esta mujer? ¿Qué piensa? ¿Qué anhela? ¿Qué añora? En el cuadro de Caillebotte el espectador tiene que poner mucho de su parte, aunque tenga algunos datos, que Victor I. Stoichita denomina “la puesta en escena de una intriga visual” (Ver y no ver, Siruela, 2005). Esta mujer ve el reflejo de su propia representación. Otro edificio frente a su casa, otra mujer pensativa en una ventana de ese edificio. También tiene otra pista. La separación entre la mujer y el hombre, sin contacto visual ni corporal, indiferentes uno del otro. Una, abstraída, viendo pasar la vida. El otro, ausente, leyendo el periódico.

Mientras que Caillebotte apostaba por representar la soledad en un marco abigarrado, acogedor, rodeado de cortinones. Marie Kreutzer opta en La emperatriz rebelde (Corsage, Austria, 2022), por usos formales distintos (figura 2). La emperatriz está sola, presa de rígidos protocolos, le pesa la ausencia de su primo y su hijo, de los que se ha despedido tras los visillos de unas ventanas, le pesa la distancia con su marido y las trabas para emprender alguna iniciativa distinta de la mera representación institucional. Krautzer apuesta por una composición opuesta a la de Caillebotte. La emperatriz en un borde del plano, tal vez haciéndose preguntas parecidas a las de la mujer de Caillebottte, pero con un gran espacio vacío detrás, un gimnasio de esgrima frío, grande, sin mobiliario, que refuerza la idea de aislamiento, sin contrapunto. Está de perfil, reflexiva, a punto de tomar una decisión presumiblemente fatal. La cineasta ha utilizado el mismo recurso icónico del pintor -una mujer mirando por la ventana, - pero sin replicar el estilo de ninguna obra pictórica anterior.

La fertilidad creativa de ambos artistas – la puesta en escena- permite intuir el destino de sus personajes. La mujer de Caillebotte condenada a guarecerse en su jaula de oro. La emperatriz– una vez oteado el horizonte, buscado su libertad y consciente de las dificultades de dar un giro a su vida- asumirá su destino y acabará saltando por la ventana o por la proa de un barco. Su paseo por el lago de su primo, que recuerda a la laguna Estigia, así lo presagia.



 

 

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