Turistas accidentados.
Álex de la Iglesia no ha perdido el olfato. Esta vez ha elegido un tema de actualidad, la turismofobia, y lo ha llevado a su terreno: el humor negro y el terror, envuelto en los códigos férreos de un género como el “slasher” que le facilita seguir el desarrollo del relato sin descarrilar. El “slasher” es una variante del género del terror, o un derivado de otro subgénero denominado “giallo”, donde un psicópata o asesino busca venganza de quienes le han producido algún tipo de daño o representan una amenaza, generalmente un grupo de adolescentes, amigos o familia, que se encuentran en entornos apartados y fuera de su contexto habitual donde son sádicamente perseguidos. Los asesinos llevan sus rostros ocultos por máscaras y provocan sus muertes con cuchillos, espadas, motosierras o cualquier tipo de arma blanca. Todos estos rasgos describen bastante bien “Veneciafrenia”.
Un grupo de turistas españoles
llega a Venecia para celebrar la despedida de soltera de una de sus
integrantes. Llegan en un crucero y son recibidos por una marabunta de gente descontenta
con el abuso del turismo de masas que está destruyendo la ciudad. Mientras
tanto, el grupo no es consciente de esta amenaza y, poco a poco, va siendo
agredido por un asesino enmascarado.
Nos encontramos todo lo que
podemos esperar del cine de Álex de la Iglesia. Unos títulos de crédito espléndidos
de David Guaita. Una primera secuencia
visualmente impactante. Una banda musical de Roque Baños (compositor habitual
del cineasta) que acompaña el ritmo y el ambiente de terror de la película. Una
dirección de actores muy segura donde destaca el reparto italiano.
Álex de la Iglesia evita los
riesgos de este tipo de películas. Hay pocos momentos de transición, aunque
como veremos, éstos son importantes. El ritmo in crescendo se mantiene sin
descarrilar en subtramas. No se dan los excesos finales propios de su cine,
aunque en este caso peca de condescendiente. Nos enfrentamos ante una Venecia
reconocible, pero no de tarjeta postal. Una Venecia oscura y secreta. Estaría
bien editar el “storyboard” de la película para comprobar todo lo que se puede
lograr con medios limitados y una buena planificación y montaje. La brillantez
de la secuencia en el teatro es buena prueba de ello.
El mayor logro de Álex de la Iglesia
es conseguir que presentándonos unos personajes infantiles y egoístas, lleguemos
a “comprender” – nunca justificar- el deseo de acabar con quienes están destrozando
lo que más valoramos. El secreto está en esos momentos de transición de los que
hemos hablado, que permiten ver la simpleza y los tópicos con los que los
turistas se acercan a la ciudad. “Está lleno de agua”, exclama una de las
protagonistas.
Alex de la Iglesia logró su
primer éxito con “El día de la bestia” en 1993. Es quizás la frontera donde
surge una nueva generación de cineastas (Jaume Balagueró, Alejandro Amenábar,
Guillermo del Toro…) más innovadores y atrevidos visualmente que la generación
anterior (Fernando Trueba, Fernando Colomo), directores de escuela o cinéfilos más
cercanos al cine clásico de Hawks, Ford, Billy Wilder o Douglas Sirk.
“Ustedes son los culpables”, reprocha
uno de los protagonistas al grupo de turistas. Nadie es inocente. Quien no haya
llevado una guía de viajes por alguna de esas ciudades espectáculo y no haya
soltado alguna obviedad caminando por el Sena de París, las pirámides de El
Cairo, la Sagrada Familia de Barcelona o el Guggenheim de Bilbao que levante la
mano.
Comentarios
Publicar un comentario