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Petite Maman (2021)


El túnel del tiempo.

Otra vuelta de tuerca al cine fantástico.

Desde que ganara el premio al mejor guion en Cannes por Retrato de una mujer en llamas (2019) y la revista Sight & Sound situara esta película en el puesto 30 del ranking de las mejores de la historia, la figura de Céline Sciamma se ha convertido en una referente del cine contemporáneo. Las películas de Sciamma forman un fresco sobre la condición femenina – la transición entre la adolescencia y la madurez, la búsqueda de la identidad sexual o las relaciones maternofiliales- narrado con un estilo propio, sin excentricidades en la planificación, con una estudiada composición pictórica, una utilización intencionada del color y la música expresiva, … La autora ha creado un universo personal – Tomboy (2011) o la propia Petite maman (2021) - del que participan alguna de las cineastas más jóvenes de la actualidad como Estíbaliz Urresola con 2000 especies de abejas (2023) o Alauda Ruiz de Azúa con Cinco lobitos (2022).

Petite Maman cuenta la amistad entre Nelly, una niña de 8 años con otra niña llamada Marion, que no es otra que su madre a la misma edad. Ese encuentro se reconoce fácilmente. Incluso desde el mismo título. No hay voluntad de engaño al espectador, ni de suspense. El que ambas niñas estén interpretadas por las hermanas gemelas Joséphine y Gabrielle Sanz asegura la complicidad entre ellas. La secuencia en la que cocinan las crêpes da fe de ello, pero también aquellas otras cuya interpretación requieren más inteligencia emocional y donde hay menos margen para la espontaneidad. No es extraño. Los niños tienen la habilidad de mezclar realidad y fantasía sin rupturas.

Esa mezcla de realidad y fantasía se encuentra también en el tratamiento del espacio y el tiempo. La magia de la película tiene precisamente su origen en el juego muy original del espacio – las casas que conectan entre ellas, en realidad la misma, a través de un imaginario túnel del tiempo (en palabras de la propia Sciamma)- y el tiempo –el presente de Nelly, el pasado de Marion y el futuro de ambas. La fotografía de Claire Mathon – con una tenue iluminación - facilita esa vuelta de tuerca hacia un cine fantástico de nuevo cuño.

La formación de Sciemma como guionista se nota en la construcción y estructura de Petite Maman. La película crece gradualmente desde el travelling inicial en la residencia de ancianos donde descubrimos con sutileza – la cama vacía- que la abuela ha muerto y vemos a Marion ya adulta frente a la ventana de la habitación en un plano que recuerda a otro similar en La carcoma (1971) de Ingmar Bergman. Poco a poco la relación entre ambas niñas se estrecha hasta alcanzar momentos que son magia pura como la secuencia – te voy a contar un secreto, prométeme que me vas a creer – que se resuelve en un sencillo plano contraplano o aquella otra donde las dos niñas juegan con un muñeco entre los brazos, al modo del bebé que su madre tendrá un día, en un coherente plano medio con las dos juntas, que parece brotar de la misma cotidianidad del juego. Todo ello hasta el reconocimiento final, un cierre de estirpe clásica.

El cine de Sciamma es un ejemplo de mirada femenina (female gaze) donde las protagonistas son quienes guían la acción desde una perspectiva que ayuda a comprender mejor su realidad cotidiana con historias que centran la atención en asuntos poco tratados por el cine hasta ahora y que, como en este caso, intentan dar respuesta a preguntas complejas, ¿Quién fue mi madre? ¿Cómo fue su infancia? ¿Qué compartimos? ¿Seríamos amigas?

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