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Llegaron de noche (2022)

Única testigo

Las cartas boca arriba. Me gusta el cine de Imanol Uribe. Sus películas están bien contadas. A Imanol Uribe le ha perjudicado la proximidad a los hechos que narraba. Mostrar a los personajes de “La fuga de Segovia” (1981) como héroes aventureros, al estilo de “La gran evasión” (1963) de John Sturges, o al personaje de Carmelo Gómez en “Días contados” (1994) como un héroe trágico, era una buena idea cinematográfica, pero no hacía otra cosa que revestir a ETA de una aureola romántica de la que indudablemente carecía. Pero también hay que reconocer que su cine fue evolucionando y describió pronto, en “La muerte de Mikel” (1983), el ambiente intolerante y manipulador del entorno etarra y que, más tarde, dio un giro en “Lejos del mar” (2015) para acercarse al mundo de las víctimas.

El gusto de Imanol Uribe por el cine de género – cine de aventuras en “La fuga de Segovia”, melodrama en “La muerte de Mikel” o cine negro en “Días contados”- le permitía armar películas bien estructuradas y con conflictos cuyos códigos el espectador descifraba fácilmente. Y a todo esto, había que añadir el buen gusto para traducir las ideas en imágenes, una construcción de los planos equilibrada y elegante y un montaje al servicio de la compresión de lo narrado. No olvidemos que “Días contados” obtuvo 8 premios Goya, incluidos los más importantes.

“Vinieron de noche” (2022) narra el asesinato por los militares salvadoreños – ordenado por el Alto Mando de la Fuerza Armada y el Estado Mayor- de seis jesuitas y dos mujeres (una cocinera y su hija) la noche del 16 de noviembre de 1989. Uno de ellos era el padre Ellacuría (interpretado por Karra Elejalde), un teólogo de la liberación –discípulo del filósofo Xabier Guridi- muy conocido por su influencia intelectual y con gran predicamento en la comunidad religiosa.

El Salvador estaba en aquellos años en plena guerra civil entre el ejército y la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Un conflicto que ya había originado un crimen de gran impacto emocional, como el del arzobispo Romero el 24 de marzo de 1980. La película está contada desde la mirada de Lucía Cerna, la única testigo del crimen, interpretada por Juana Acosta, quién sostiene con su actuación- acento, mirada, gestos, andares- el mayor peso del ésta. Una testigo a la que el FBI intentó acallar y amedrentar para que cambiara su testimonio. Gracias a ella se conocen a los infames autores de aquellos crímenes. Sin testigos, fue la orden expresa de los militares. Sabían de lo que hablaban. Hoy el excoronel salvadoreño Orlando Montano cumple condena en España y el coronel Guillermo Benavides está condenado a treinta años de prisión en El Salvador, donde el caso se ha vuelto a reabrir.

“Vinieron de noche” se adscribe al género de denuncia política, muy a lo Costa-Gavras (“Z”, 1969). En esta ocasión, aunque también es un tema que le afecta directamente -Uribe nació y vivió sus primeros siete años en El Salvador y luego estudió en el colegio de los jesuitas de Tudela- la distancia (temporal) le beneficia. En esta película no hay dudas de quiénes son los buenos y Uribe cuenta la historia desde el punto de vista de las víctimas.

Uribe sabe bien que la estructura de una obra cinematográfica es parte del mensaje. En esta ocasión, organiza la película alrededor de “flashbacks” con los recuerdos de Lucía y desde el presente que ésta vive en su confinamiento en Miami. Este enfoque debiera facilitar la impresión de documento tomado directamente de la realidad. Sin embargo, algo no funciona del todo. Por un lado, asistimos a los recuerdos de Lucía y a la presión que sufre al ser amenazada para que cambie su versión de los hechos. Por otro, finalmente, se nos presenta el asesinato brutal de unos sacerdotes y civiles inocentes en plena contienda entre guerrilla y militares salvadoreños. Todas estas tramas no llegan a engarzar.  En un momento, el padre Ellacuría afirma, y de allí el título de la película, “Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche serán los militares los que me maten”. Pero a Uribe no le interesa ahondar por qué la guerrilla podía tener también intereses en asesinarle. Las raíces del conflicto político son levemente apuntadas y quedan muy desdibujadas.

En otro momento del filme, el propio padre Ellacuría afirma que hay que diferenciar los objetivos de la guerrilla de sus métodos, que indudablemente condena. Son los riesgos de esas secuencias donde se verbaliza una tesis. Se simplifica demasiado.

 

 

 


 

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