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We are who we are (2020)

¿Por qué We Are Who We Are es una buena serie?

 Enric Albero, un crítico pionero en escribir en los medios de comunicación sobre series de televisión, opinaba que el episodio 4 de la serie de Luca Guadagnino -We Are Who We Are- “encontraba en su puesta en escena la adecuación entre sus imágenes y su discurso”. Cierto. La puesta en escena de Luca Guadagnino – responsable de la plantilla estilística de la serie, aquella que define su enfoque visual, duración y progresión dramática de los personajes- cuenta con unos rasgos de autor reconocibles, donde logra integrar fondo y forma.

Unos adolescentes norteamericanos – a los que se trata con respeto, pero no con condescendencia- en una base militar en el Véneto italiano deambulan de un lado a otro, dando tumbos, mientras la cámara se mueve tras ellos con largos travellings, uso de grúas y saltos bruscos de primeros planos a planos generales. La serie narra el proceso de maduración de estos adolescentes y la búsqueda de su identidad sexual, en un contexto de tensiones entre la estructura jerárquica militar y su vida algo libertaria. El espectador acompañará a los protagonistas en su proceso de crecimiento. Unos adolescentes que se encuentran muy solos y donde los adultos forman parte del coro de la función.

Guadagnino encuentra una solución visual eficiente para cada situación, utilizadas siempre al servicio y avance de la historia. El fuera de campo, por ejemplo, juega un papel importante. Los episodios 1 y 2 cuentan lo mismo desde dos perspectivas distintas, haciéndonos comprender lo importante que es lo que no se ve y no se sabe para entender la evolución de los personajes. La profundidad de campo ilumina lo que está alejado. Los adolescentes se miran constantemente a los espejos, interrogándose sobre su existencia. Las banderas que despiden a los jóvenes que parten para Afganistán anticipan las banderas que ondean a media asta en el episodio 7 de la serie.

El uso del espacio – luminoso y de intensos colores en los primeros episodios, más oscuro en los últimos- forma parte también de estos instrumentos expresivos. La base militar actúa como un escenario grande con sus casas, escuela, supermercado, campos de entrenamiento, cine, …Un escenario del que los jóvenes tratan de huir a la playa, al pueblo, a un concierto o a un chalet para hacer una fiesta de despedida. Si este escenario hubiera sido un barrio marginal del Véneto probablemente la serie hubiera sido más creíble, pero no mejor. El conflicto entre dos modos de enfrentarse al mundo hubiera seguido estando presente.

La banda musical de los diferentes episodios asimismo se adapta al discurrir de la serie. Escuchamos la música que oyen el personaje principal y su amiga Catlin. Y todo tiene sentido. Klaus Moni canta Wasting my time, haciendo alusión a la sensación de unos adolescentes que creen que tienen todo el tiempo por delante y que quieren vivir el presente con intensidad, Aquí y Ahora se titulan todos los episodios de la serie, hasta que se topan con la muerte. No hay mucho que ofrecer, no hay mucho que tomar. Soy un principiante absoluto, propone David Bowie y escuchamos el latido del corazón de este joven que acaba de descubrir el amor.

La serie es exigente para el espectador. Nada está dejado al azar. Todo detalle cuenta. Cada plano tiene su significado y su relación con otros anteriores o posteriores. Precisamente esta puesta en escena logra que el destino de estos adolescentes nos importe. En palabras de Manny Farber, nos encontraríamos ante una serie termita.

 

 

 


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